No tenga miedo. Este no es el mundo multicolor de Pippi Calzaslargas. Esta es una casa
con historia. O, mejor dicho, con muchas historias. Y es que la Villa Otto Wagner I de Hüttelberg tiene alguna que otra cosa que contarnos. Pero empecemos por el principio:
Esta espléndida propiedad fue construida a finales del s. XIX como residencia veraniega de la familia Wagner. Sus legendarias fiestas estivales y sus salones hicieron que la fama de esta joya del Modernismo llegara mucho más allá de Viena. Y es que por sus puertas entraban y salían los grandes personajes de la época: además de Gustav Klimt, Adolf Loos o Gustav Mahler, la Villa Wagner era el punto de encuentro de la flor y nata de la cultura vienesa. Desde el punto de vista técnico y estilístico, la residencia es de corte historicista, y habría sido una suerte de homenaje al arquitecto predilecto de Wagner, Palladio. ¡Simplemente bellissimo! Probablemente fue eso lo que pensó Ben Tieber. El antiguo director del teatro Apollo y reputado sibarita adquirió la villa en 1912, donde, como ya hiciera Wagner, siguió dando grandes fiestas y recepciones.