Como si se tratara de un recordatorio, las torres antiaéreas de Viena siguen en pie donde siempre han estado. Reciben su nombre por las baterías antiaéreas que hace tiempo se instalaron sobre sus tejados, y sirven para recordar un tiempo que muchos prefieren olvidar. Coloso de hormigón del horror. Seis en número. Construidas siempre en parejas. Una torre de combate y un faro.
Cuesta creer que estas dos torres de Viena se encuentren en un jardín barroco. Y es que el contraste no podría ser más marcado: rodeadas por avenidas de estilo francés, en el Augarten hay un búnker de la II Guerra Mundial. Durante el verano, la gente se sienta a la sombra que cae de las torres para hacer pícnic, otros salen a correr y los niños juegan con la imagen de las torres de fondo. Como si de un monolito se tratase, la torre se alza 55 metros en dirección al cielo y se funde en el entorno del parque como una construcción barroca más; como si siempre hubiera estado ahí.
¡Detonación imposible!
La detonación sería demasiado fuerte: así de fuertes son los muros de hormigón. Hoy, estas torres, apodadas "Peter", solo están habitadas por las palomas y se degradan de forma inexorable.